El Obispo Monseñor Oscar Sarlinga celebró la misa de Nochebuena en la iglesia cocatedral de la Natividad del Señor, con oportunidad a la vez de las Fiestas Patronales de esta parroquia escobarense.
En su mensaje navideño, el Obispo de la Diocesis de Zárate Campana indicó que “he
pensado mucho en la maternidad divina de María, por ser Ella la Esposa
del Espíritu Santo, y como, a partir de su Hijo Jesucristo, sigue
engendrando y dando a luz a las almas predestinadas, en el sentido
paulino, para que vivamos como creaturas nuevas, creaturas sanadas por
la gracia, creaturas de un pueblo mesiánico que es la Iglesia, cada uno
de nosotros con una vocación y elección, dentro de la gran vocación
natalicia a la santidad”.
Y añadió que “Todos
somos pecadores, y por consiguiente sujetos a la muerte, y necesitados
de la misericordia infinita de Dios; la “Navidad interior”, esto es, el
misterio vivido en el corazón, nos ayudará a verlo como “misterio
interior, renovador, misterio que nos hace profundizar en el verdadero
“discurso de Jesús”, que es la humildad, la de Dios omnipotente que se
hace hombre, frágil, hermoso, que nos sonríe desde el Pesebre. Desde
esta perspectiva, una Navidad vivida en el misterio de Dios, es
“medicinal”, o, como verbalizaba San Agustín, “la primera medicina de
la cual tenemos necesidad”.
Seguidamente dijo que “Pienso
que sólo desde aquí puede renacer en nosotros una vida buena; sólo
desde aquí puede renacer la gracia del perdón, la de perdonar y ser
perdonados. Me invito y los invito, en Navidad, el Nacimiento, el
acontecer del Niño, a escuchar la amorosa (y lapidaria) frase
evangélica: «Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los
cielos» (Mt 18, 2). Misterio y desafío. Hay mucho afán del poder por el
poder mismo; tanta prevaricación de los corazones, tanta inmunda
calculación, traición, tanta ingratitud, tanto egoísmo… pero sobre todo, y esto es lo importante, tanta esperanza, tanta luz, tanta bondad”.
Asegurando que “Esa
luz nos iluminará para ver, con los ojos de la fe (tanto más en el Año
de la Fe) que Belén, la que fuera la aldea perdida en el recuerdo en
Tierra Santa, ha sido la esperanza por excelencia de un mundo renacido,
y sigue siéndolo también para nosotros, hoy, aquí, en las
circunstancias concretas de nuestra vida, en la cual Belén deviene
nuevamente la Bethlehem, la Casa del Pan, promesa y garantía de la paz y
de la justicia del Reino en nuestra vida, de la Mano amorosa de Jesús,
el Niño, el Hombre-Dios, el dador del Espíritu que nos consuela en
todas nuestras luchas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario